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Eva Muñoz

  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quoted2 months ago
    Dios! —gimo desesperada.

    —¡No, nena —se ríe—, no es Dios quien te está tocando!
  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quoted2 months ago
    —No entiendo tu fetiche de robarlas. —Cuelga el overol en el perchero—. Tuve la seria teoría de que te las ponías y luego te paseabas con ellas frente a tu espejo
  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quoted2 months ago
    —Ya me imaginaba que vendías tu cuerpo. —Se ríe—. Aunque no sabía que eso generaba tantas ganancias.
  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quoted2 months ago
    «Nunca sería un héroe (los detesto), yo solo quepo en el papel de hijo de puta».
  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quotedlast month
    —¿Quieres? —Me acaricia el cabello.
  • Nicolle Espinoza Sahuiñahas quotedlast month
    No me importa parecer un loco obsesivo, me encantan sus montículos de carne. No quiero perder la oportunidad a la hora de tenerlos en mi boca.
  • .has quoted6 months ago
    Sabes que estás ligada hasta los huesos cuando aquellas sencillas cosas te resultan únicas y maravillosas. ¿Qué hay de especial en tumbarte sobre alguien y escucharlo respirar? Nada, pero cuando quieres, esa simple tarea es como ganar la lotería.

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  • Nessi Italia Garcia Martinezhas quoted2 years ago
    —Si envuelvo el cofre… —pregunta sacándose las bragas del bolsillo—, ¿qué agrego yo a mi colección?
  • Wale Godoyhas quotedlast year
    —Mátenla —ordena dándome la espalda, y sus hombres alzan las armas, consiguiendo que los Halcones hagan lo mismo.

    —¡Vamos, Ilenko! —Doy un paso más—. Los Halcones van a acabar con la sala en un abrir y cerrar de ojos si me tocas un pelo.

    —¡Armas abajo! —pide Ali Mahala.

    —Antoni te manda a decir que tengas cuidado, que las cunas de Trotski no son un sitio seguro —le suelto—. ¡Así que baja las armas!
  • Paola Floreshas quotedlast year
    —No me dejes —me ruega—. Amor, no me dejes, por favor.

    Suelta la pistola y se aferra a mi rostro sin dejar de llorar, alterna la vista entre las heridas y mi cara.

    —Dilo —vuelvo a pedir con el poco aliento que me queda—. Dilo, por favor…

    —¡Te amo! —me grita—. ¡Te amo y no quiero que me dejes!
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