Susana Carral Martínez

  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Te comprendía hasta donde querías ser comprendido, creía en ti hasta donde querías creer en ti mismo y te aseguraba que tenía de ti la impresión exacta que tú esperabas transmitir en tu mejor momento.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Y a mí me gustan las fiestas multitudinarias. Resultan de lo más íntimas. En las fiestas con poca gente no hay intimidad.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Había bebido una buena cantidad de champán y durante la canción había decidido, neciamente, que todo era muy, muy triste, y no solo cantaba, también lloraba. Cuando se producía una pausa en la canción, la llenaba con sollozos ahogados y entrecortados, para luego continuar cantando con una trémula voz de soprano.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    En el crepúsculo encantado de la metrópolis a veces sentía una fascinante soledad, y la sentía en otros: pobres y jóvenes oficinistas que rondaban los escaparates hasta que llegaba la hora de su solitaria cena en un restaurante; jóvenes oficinistas al anochecer, desperdiciando los momentos más intensos de la noche y de la vida.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    —Conduces fatal —protesté—. Deberías ser más prudente o dejar de conducir.
    —Ya soy prudente.
    —No, no lo eres.
    —Pero lo son los demás —dijo a la ligera.
    —¿Y eso qué tiene que ver?
    —Se apartarán cuando paso —insistió—. Para provocar un accidente hacen falta dos.
    —Imagina que tropiezas con alguien tan negligente como tú.
    —Espero que eso nunca ocurra —respondió—. No me gustan los imprudentes. Por eso me gustas tú.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Todos sospechamos que poseemos al menos una de las virtudes cardinales, y esta es la mía: soy una de las pocas personas honradas que he conocido.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    —Entonces llegó la guerra, amigo. Fue un gran alivio y me esforcé por morir, pero mi vida parecía resistir bajo algún encanto.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    —¿Salió? —pregunté inocentemente.
    —Claro que salió. —La nariz del Sr. Wolfshiem me enfocó indignada—. Ya en la puerta se giró y dijo: «¡No dejéis que el camarero se lleve mi café!». Cuando pisó la acera, le metieron tres balas en el estómago y arrancaron a toda velocidad.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Jamás habría pensado que un hombre podría jugar con la fe de cincuenta millones de personas, con la determinación de un ladrón que revienta una caja fuerte.
  • O Hastingshas quoted2 years ago
    Es una gran ventaja no beber entre personas que beben mucho. Puedes callarte a tiempo y, lo que es mejor, puedes programar cualquier pequeña irregularidad que cometas para que los demás estén tan ciegos que o no la vean o les dé igual.
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