Y dice: el primer paso para desterrar la idea del anciano blanco lo di gracias a los árboles. Luego, el aire. Luego, los pájaros. Luego, la otra gente. Pero, un día, estando sentada en un rincón, sintiéndome como una niña sin madre, lo que era, me pareció que se me abrían los ojos y me vi formando parte de todo y no separada. Pensé que si clavaba un cuchillo en un árbol me sangraría el brazo. Y eché a correr por toda la casa, riendo y llorando. Entonces supe lo que era. Y es que, cuando eso te pasa, no puedes dejar de notarlo.