veces no es que estés mal. Es que estás cansada/o de fingir que todo está bien.
Hay un tipo de cansancio que no se ve, pero se siente en los huesos. No es físico, aunque también pesa en el cuerpo. Es un agotamiento emocional que se acumula día tras día, cuando sonríes para no incomodar, cuando sostienes a los demás sin que nadie lo note, cuando haces lo correcto aunque por dentro te estés apagando.
Te levantas, cumples, funcionas. Y todo el mundo cree que estás bien porque no hay lágrimas visibles, porque sigues siendo eficiente, amable, disponible. Pero dentro de ti hay una voz bajita que pide auxilio, que desea detenerse, que anhela ser vista sin tener que demostrar dolor extremo para ser validada.
Estás cansada/o de sostenerlo todo, incluso a ti misma/o. Y ese cansancio no es debilidad: es el grito silencioso de una parte de ti que ha sido postergada durante demasiado tiempo. No necesitas llegar al colapso para darte permiso de descansar. No necesitas justificar tu agotamiento. Sentirte así no significa que estés fallando. Significa que has estado intentando demasiado, durante demasiado tiempo, sin darte el lugar que también mereces.
Hoy, tal vez el acto más valiente que puedes hacer es pausar. Reconocer ese cansancio y cuidarlo. No como un síntoma que hay que ocultar, sino como un mensaje sagrado de tu alma diciendo: "ya basta de sobrevivir… quiero vivir de nuevo, desde la verdad."