Svenja Flasspöhler

La actual sensibilidad lingüística se puede medir por su grado de normativización.

el lenguaje no solo recurre a la realidad, sino que crea realidad

Mirándolo bien, el rasgo de la «alta sensibilidad» es el síntoma del mundo acelerado e individualista propio de la Modernidad tardía

En su libro Sociedad de las singularidades, el sociólogo Andreas Reckwitz analiza detenidamente este «paradigma de lo especial» propio de la Modernidad tardía y que desde los años setenta se ha vuelto fundamental para la nueva clase media: «Miremos donde miremos en la sociedad actual, lo que se espera cada vez más no es lo general, sino lo particular y especial. Las esperanzas, el interés y los esfuerzos de instituciones e individuos no se aferran a lo estandarizado y regulado, sino a lo exclusivo, a lo singular»

Creatividad extraordinaria, capacidad de diferenciación estética, sensibilidad delicada: esos son los valores centrales de la época actual.

El término «resonancia» es de origen latino y significa «reverberación». Pero el mundo moderno, dice Rosa, es mudo. No responde. El síntoma más llamativo de esta reclusión es el yo depresivo. Igual que un niño se entumece anímicamente cuando los padres no le hacen caso, las personas enferman por el frío silencio del mundo, se entumecen interiormente y se vuelven anímicamente inertes

Tocqueville insiste aún más cuando escribe:
El odio que los hombres albergan contra los privilegios aumenta a medida que estos se vuelven más raros e insignificantes, de modo que se diría que las pasiones democráticas más se encienden cuanto menos aliento encuentran. […]

Formulándolo radicalmente, cada vez que se elimina una estructura se generan nuevas estructuras, y toda sensibilidad genera nuevas sensibilidades. ¿Estamos asistiendo ahora al comienzo de una fase en la historia de la humanidad en la que el yo sensible amenaza con girar, antes o después, ya solo en torno a su propio eje

Hoy resulta en muchos casos difícil trazar el límite entre la responsabilidad social y la individual. Más bien sucederá que, cuanto más fuertemente apueste la sociedad por la igualdad de oportunidades, tanto más fluido se volverá ese límite, con lo que también se volverá ambiguo el concepto de privilegio: ¿dónde termina el privilegio y dónde empieza el propio mérito individual

Por tanto, considerándola desde un igualitarismo radical, una sociedad del rendimiento es forzosamente injusta, por cuanto que se basa en capacidades que no son iguales en todas las personas. Y sí, es cierto: es simplemente ingenuo creer que el mérito y el éxito se deben solo al propio esfuerzo y no a factores contingentes (los genes, el aspecto físico, el lugar de nacimiento, etc.)