Hace diez años, veintiocho países del mundo sufrían carencia de agua, dijo Keith. En menos de veinte años ese número se habrá doblado. En menos de veinte años, más de ochocientos millones de personas —en efecto, ochocientos millones de personas que, a su modo, son muy parecidas a vosotros o a mí— tendrán problemas de acceso al agua. Luces, por favor.