No había nadie en el mundo de mi misma sangre, y, así, me era posible ir a cualquier lugar y hacer cualquier cosa. Era magnífico.
Hace poco palpé, por primera vez, con mis manos y con mis ojos, un mundo amplio, una oscuridad profunda y un goce y una soledad sin fin. Me parece que, hasta ahora, he estado mirando el mundo con un ojo cerrado.