Penelope Ward

Mi abuela siempre decía que una dama sonreía como un ángel y se guardaba sus pensamientos diabólicos para sí misma.

La única persona que me hace enojar eres tú. No has sido más que un problema desde el momento en que te metiste en mi vida

—¿Es músico?

—Supongo que sí —dije mientras se lo devolvía.

Solía escribirme canciones.

El sentimiento más cariñoso que había conocido me llenó el corazón. Mirando atrás, ese fue probablemente el instante en el que Justin Banks se convirtió en mi mejor amigo.

—¿Te gustaría cenar con nosotros esta noche?

No estaba lista para verle. Tenía que inventarme algo y salir de ahí.

—Esta noche no creo. Será mejor que me vaya…

—Se te da bien, ¿verdad? —Me interrumpió a mis espaldas una voz grave que apenas reconocí.

—¿Qué? —pregunté, tragando saliva con nerviosismo y evitando girarme para mirarle.

—Irte —dijo más alto—. Se te da bien.

Tenía la respiración agitada, pero fue al darme la vuelta cuando casi perdí la compostura.

¡Joder!

Después del hostil recibimiento que me había dado, me ignoró de forma consciente durante la cena y el resto de la noche. Y eso me dolió más que cualquier cosa que pudiera decirme.

Me doy cuenta de todo lo que tenga que ver contigo.

Siempre sentí que mi trabajo era protegerte y ocultarte lo que hacían formaba parte de eso. No pretendía ser un mentiroso.

Me cambió. Te quería, Amelia. Estaba enamorado de ti.