Dar tanta publicidad a atrocidades cuya veracidad, cuando salen a la luz por primera vez, puede ser bastante precaria, es una debilidad de los periodistas. Pero cuando se descubre que estas historias son falsas o se han exagerado, eso casi nunca se considera digno de mención. Los relatos sobre atrocidades adquieren vida propia y tienen consecuencias reales, a veces funestas, mucho tiempo después de haberse quedado sin fundamento.