Leslie Wolfe

Suspiró y, sin darse cuenta, tocó el lateral de la caja de cartón que había colocado en el asiento del copiloto con unos dedos largos, finos y helados que habrían enorgullecido a cualquier concertista de piano.

Siempre damos por hecho que tendremos tiempo.

Nunca lo tenemos. Cada día que vivimos lo tomamos prestado a lo imprevisto.

de que se había escapado de esa familia; dos veces, de hecho. Y nadie se molestó en preguntarle a la niña por qué ni en mir

el cuerpo de una turista, con el cabello trenzado y atado con plumas.

el significado tras su fría sonrisa. Cuando empezó a comprender, unos sollozos incontrolables cortaron su respiración mientras el terror que inundaba su cuerpo se volvía absoluto, despiadado.

Nunca iba a dejarlas marchar. La muerte estaba escrita en sus ojos, una sentencia silenciosa que estaba a punto de ejecutar

un mal presentimiento hizo que Alison sintiera escalofríos incontrolables.

—Por favor —dijo Alison—, es solo una niña.

Una sonrisa ladeada se dibujó en la comisura de los labios del hombre.

—Lo es, ¿verdad? —añadió, con un tono casi amargo—. Siempre lo son.

—Sé que harás todo lo que yo quiera —respondió él, aún riendo—. ¿Estás lista?

Los arrendajos azules que habían estado llenando el valle con sus gorjeos se callaron de golpe cuando su grito rasgó el aire claro de la montaña.

Agente especial Kay Sharp

Jacob siempre había tenido problemas; no se relacionaba bien con los demás y, al parecer, también tenía dificultades para controlar la ira.

Cuando lo oyó desabrocharse la hebilla del cinturón, no abrió los ojos. Cuando la agarró por el tobillo y la arrastró por el suelo, no opuso resistencia.