Nina Moreno

Me imaginé a las generaciones de mujeres viviendo en mi sangre.
Las veces que debieron haberse sentado así y considerado sus problemas. Sus desamores y sus sueños. Sus susurros nadaban por mis venas sin importar dónde me encontrara en un mapa.

Mamá me observó mientras lo hacía–. Pareces un fantasma que acaba de regresar a la vida. Oh, bebé. No debí dejarte aquí. Te has vuelto… seria.

–Tú no me dejaste, mamá.

tragaría entera –me miró, sus ojos café brillaban de emoción–. Quiero que sepas que está bien sentirse triste –sonrió

Mi acogedora ciudad había sido tragada por un océano hambriento y ruidoso que no podía ver.

recuerdos tiernos, incluso cuando sumas cicatrices y te lamentas por todas las elecciones que nunca pudiste tomar

Llegamos a la parada turística popular más cercana. Tenía un centro comercial, tiendas de antigüedades y enormes carteles que anunciaban la interesante combinación de carne de cocodrilo, maní hervido y orquídeas de Florida

Alex sonrió e inclinó su cabeza. Capturó mis labios en un suave beso, que desde ya me supo agridulce. Es un chico con un barco. Y tú te marcharás. Y él lo sabe

Es una pérdida de dinero y de mi tiempo. Tomaré un par de clases, o lo que sea, pero no empacaré todo para ir a pasar el rato con hípsters y nerds. Sin ofender, Rosa

polvo sobre sus imágenes me llenó de una culpa nerviosa, pero también me dio algo que hacer. Una forma de arreglar algo

Las palabras eran islas que se hundían en el silencio como canciones olvidadas.