La sociedad excluye y desprecia al varón que no se ata, que no engendra niños, que vive unas veces aquí y otras allí, que hace unas veces una cosa y otras veces otra —según le interese, y para alimentarse a sí mismo y solo a sí mismo—, y que, cuando encuentra a una mujer, se enfrenta con ella como un hombre libre, y no con la uniformidad del esclavo.