Jorge de Cascante

Leyendo atento las palabras de un bote rojo de salsa carbonara repasa en paralelo y con temor las variadas industrias y andanzas que han ido encaneciendo sus cabellos a lo largo de los últimos diez meses de esta vida suya de trenzadas estrecheces.

El tendero devora un bocata de lomo ibérico y ve venir a Cabecita con el cargamento mientras su caja registradora electrónica sueña con ser una máquina vintage que haga cling cling al cobrar.

Cabecita ha decidido anteponer sus intereses a los del funcionamiento hepático de su cuerpo flamenco.

Pero elige seguir adelante con lo suyo, perder las dudas por la fuerza. Bailar, aunque sea por dentro, sin que la gente lo sepa. Bailar para siempre. Darse todos los caprichos y no pensar demasiado en el futuro. Al fin y al cabo, ¿qué es una raya más para un tigre?

Pero también es verdad que lo del teléfono móvil es lo que se conoce como «un arma de doble filo»... es divertido, pero ata mucho. El teléfono, las redes sociales, lo de que la gente pueda ver la música que estás escuchando y en qué restorán has comido.

A veces me siento como parte de ese invento que venden en algunas tiendas que consiste en una pelota que viene unida de serie a una pala de ping-pong a través de una cuerda elástica.

En Madrid no importa que seas hombre, mujer, negro, sudaca, pobre o chino. Da igual la edad que tengas. A esta ciudad nunca llegas tarde.

«Vat ar yu duing estil in yor payamas, litel guerrrl?»

Una historia vale lo que vale su conflicto, y yo soy toda conflicto.

es un lugar que está vivo, como una criatura que cuando sales de casa no sabes a dónde te va a llevar.