—¿Estás enfadado conmigo? —susurro contra sus labios.
—¿Enfadado? No. Estoy muy impresionado. —El calor de su poderoso cuerpo se hunde en mí mientras me acerca, hasta que cada centímetro de nuestros cuerpos se toca, desde los dedos de los pies hasta la frente—. Nunca dejas de asombrarme con la forma en que siempre luchas por los vulnerables, los débiles. ¿Cómo puedo enfadarme cuando me consume la admiración?