Toda la comida era muy sencilla. Y no quiero decir que fuera fácil ni sosa. Me refiero a que, por primera vez, vi que tres o cuatro ingredientes —siempre que sean de la mejor calidad— podían combinarse de manera honesta para lograr un plato de verdad excelente, en ocasiones maravilloso. Comidas caseras y campesinas como la sopa de ajo toscana, la ensalada de alubias, los calamares a la plancha, los pulpitos, los corazones de alcachofas en aceite de oliva y ajo, un simple hígado de ternera con cebollas acarameladas, se convertían como por ensalmo en platos nuevos y apetitosos