Allá atrás iba quedando el fantasma de Varsovia. Sus edificios esqueleto. Sus calles muerte. Su historia ceniza.
A un lado y a otro flotaban los muertos de Powązki. Ciento cincuentaicinco años de muerte y llanto y resignación. De eterno silencio.
En el centro de las aguas. Cuatro hombres bebían. Celebraban.
Y a menos que alguien demostrara lo contrario, esa noche, navegando hacia los siete mares, Feliks, Ludwik, Kazimierz y san Eugenio de Varsovia eran inmortales.
Y lo serían para siempre