Remitiéndose a Tomás de Aquino, que habría sido el único en pensar el acontecimiento gratuito del ser (o de la existencia), Gilson acusa a toda la metafísica occidental de haber sido un pensamiento de la esencia o del concepto, es decir, de aquello que se deja captar por el pensamiento. De ahí el título de su notable obra L’être et l’essence, aparecida en 1948. Habiendo pretendido siempre pensar el ser a partir de su esencia, o como «objeto», la metafísica habría «neutralizado» lo que Gilson llama «el acto de existir». La fórmula es más tomista que kierkegaardiana, pero se trata también para Gilson de un puro acontecer, que marca el límite de la metafísica conceptual, obsesionada por el objeto y la esencia. El privilegio de la esencia, que Gilson asocia fácilmente a autores como Aristóteles y Suárez, paga el peaje de un olvido de la existencia o del ser. Como se ha observado con frecuencia, la crítica de Gilson se parece extrañamente a la de Heidegger,12 con la importante diferencia de que Gilson quiere ver en Tomás de Aquino una grandiosa excepción en el olvido del ser. Ciertamente, el acto de existir o el actus essendi de Gilson no es el Dasein de Heidegger, pero en ambos casos el privilegio reconocido a la existencia va a la par con una crítica del pensamiento conceptual que habría, fatalmente, dominado en toda la historia de la metafísica.