Las hormonas pueden ser como el aceite de oliva o como el alcohol. Las hormonas esteroideas son como el aceite: son lipofílicas, «afines a la grasa», cosa que les permite fluir a través de las adiposas membranas celulares y penetrar. Una vez en la célula, interactúan con los receptores que ahí se esconden. En cambio, las hormonas proteicas como la insulina son como el alcohol. Son hidrofílicas, «afines al agua», y no pueden entrar en la célula. Por tanto, interactúan con los receptores que sobresalen de la superficie.