En términos puramente evolutivos, la homogeneidad genética no es en sí misma ni buena ni mala. Puede ser beneficiosa si significa que una población carece de genes nocivos. En 1491, las Américas estaban aparentemente libres de fibrosis quística, corea de Huntington, anemia innata, esquizofrenia, asma y, seguramente, diabetes juvenil, enfermedades todas ellas con un cierto componente genético.