En un equipo en el que hay un sólido sentimiento de confianza, los miembros comprenden que, dentro de ese entorno seguro, pueden asumir riesgos. Tienen la tranquilidad de saber que nadie del equipo avergonzará ni castigará a ninguno de los miembros por admitir que se ha equivocado, por hacer una pregunta o proponer una idea novedosa.
En pocas palabras, los buenos equipos prosperan gracias a la confianza mutua.