esas gentes concretas, rotundas, que apenas compran un libro, lo leen de inmediato por la noche, y que siempre muestran sus libros en la misma forma incómoda e irregular en que fueron alcanzando sus sinuosidades, y que no es ese libro de las personas más cultas, también dispuesto en la estantería, pero donde un libro tiene que esperar dos o tres años para ser leído y que es un golpe de efecto casi inconsciente, es cierto, semejante a los pantalones de los elegantes ingleses, usados por los lacayos durante los primeros días hasta que cobren una aguda sencillez