«Sergio, en las reuniones de estatus que tienes los lunes a primera hora con tu equipo, se oyen las risas en toda la planta». Yo, inocente de mí, creí que me iba a felicitar, pero no fue así, sino que me espetó: «¿A qué viene eso? Eres su jefe, no su amigo. Se van a creer que os estáis tocando las narices. Te van a perder el respeto».