El pasmarote se ha colado entre los artistas, y entra en casa de estos como una plaga. Una vez dentro, se apoltrona en un sillón, a menos que prefiera recostarse en el diván; y, encendiendo su cigarro, o más bien sus cigarros (fuma, raja y bosteza durante todo el día), le comenta que espera no molestar, que trabaje como si él no estuviese allí.