A fines del siglo XXII, cuando yo era chico –le contestó el otro, que ya peinaba canas–, los mosquitos eran una porquería que no superaba el tamaño de un puño. Jodían, sí, pero de un manotazo los exterminabas. Después, con la desaparición de otras especies voladoras y la expansión del clima tropical a toda la Tierra, se adaptaron y, por la falta de competencia y depredadores naturales, crecieron vertiginosamente. Ahora, con suerte, los más chicos son del tamaño de un pollo de granja.