Albert Fuentes

Girando en torno a la Tierra en su nave espacial se sienten tan unidos, y tan solos, que incluso sus pensamientos, sus mitologías íntimas, confluyen a veces

Son seis en una gran H metálica suspendida sobre la Tierra.

cuatro astronautas (americano, japonesa, británica, italiano) y dos cosmonautas (ruso, ruso); dos mujeres, cuatro hombres

El fabuloso e improbable patio trasero de la Tierra

Los días vuelan. Cada uno estará nueve meses más o menos, nueve meses de esta deriva ingrávida, nueve meses con la cabeza abotargada, nueve meses de esta vida en una lata de sardinas, nueve meses de este mirar embobados la Tierra, antes de volver al planeta que los espera, paciente, abajo

La Tierra es la madre que espera el regreso de sus hijos, cargados de historias, de euforia y de añoranza

Pero no hay ideas nuevas. Son simplemente ideas viejas que nacen en momentos nuevos; y en esos momentos la idea que surge es: sin esa Tierra estamos todos acabados

Nadie sabe qué decirle a Chie, qué consuelo puede dársele a alguien que, estando en órbita, sufre el impacto de la muerte de un ser querido

una mujer, está ahí arriba levantando pesas con las piernas, sometiendo a sus músculos para que no se entreguen a la seducción de la ingravidez, ni sus huesos a la liviandad de los pájaros.

sobreviviría al calor abrasador y a las sacudidas de la reentrada, desde luego, pero cuando la sacaran de la cápsula se doblaría sobre la cintura como una grulla de papel