Su teoría era que las féminas estaban cansadas de que les dijeran cómo comportarse, con quién relacionarse, que fueran buenas, respetuosas y todo aquel sinfín de imposiciones que les entregaron por el hecho de nacer mujeres. Si les gustaban los malos no era porque fueran masoquistas, sino porque una parte de ellas buscaba ese riesgo que se les había negado por nacimiento.