Puedes llorar, Leah. Conmigo sí.
—Contigo…, tú eres la última persona…
No pudo terminar la frase antes de que un sollozo escapase de su garganta. Y entonces sí, di un paso al frente y la retuve con suavidad, abrazándola, sintiéndola sacudirse contra mí. Cerré los ojos. Yo casi podía palpar su enfado, la rabia y el dolor, de una manera tan intensa que sabía que estaba cegada, anclada en ese punto en el que solo puedes pensar: «Es injusto, es injusto, es injusto»