Más blanca que el blanco estúpido del ojo,
que la blanca crueldad de la nieve en la noche,
que la blancura ansiosa de la novia que entra
al blanco irónico y lascivo del lecho,
que la muerte de un niño
ligera, repentina, fugitiva,
como la aparición de un conejillo blanco;
más blanca que el amor a los cinco años,
que la angustia a los cien, que el hueso a los doscientos,
en fin que la blancura: astro lleno de flores,
eres tú, fuego abstracto de dos llamas posado
sobre el rostro del agua que parece pensarte
en su extasiada y fría contemplación del cielo.