Cuando los hombres se sacaban los dientes de cuajo o se cortaban los pulgares para evitar el servicio militar, ejercían el único poder a su alcance. Ejercían la violencia contra sí mismos como ejercían la violencia contra sus casas porque, como relata Tantner, «era lo único que les quedaba frente a la autoridad del Estado para numerarlos».[212] Si no podían hacerlo, no podían reclutarte, no podían verte, no podían adueñarse de ti: eras una persona realmente libre