Cuando te enfadas, los músculos del cuerpo empiezan a tensarse. El cerebro libera un neurotransmisor conocido como catecolamina, que da un corto estallido de energía. Por eso, la ira suele ir acompañada de un deseo de tomar medidas protectoras de inmediato.
Al mismo tiempo, los latidos del corazón se aceleran, la presión sanguínea aumenta y el ritmo de la respiración se incrementa. En algunos casos, la atención se estrecha y se bloquea en el objetivo, lo que dificulta la concentración en otras cosas. Las hormonas, incluyendo la noradrenalina y la adrenalina, se liberan y terminan el estado de excitación.