En un extremo está el presentismo elegido, el de aquellos que, conectados, móviles, ágiles, son reconocidos como los “ganadores de la globalización”, y, en el otro extremo, el presentismo sufrido, el de todos aquellos que están excluidos de estos proyectos, que literalmente no pueden proyectarse hacia el porvenir, que viven y sobreviven día a día.