Nos gusta tanto hacer todo bien que nos aterra hacer mal algo. Pero si no corremos riesgos, nunca subiremos de nivel.
La mujer plena del siglo XXI debe dedicar menos tiempo a preocuparse de si es competente y más a creer en sí misma y actuar. Capacidad le sobra.
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Una tras otra, de legisladoras a directoras generales, nos ofrecieron alguna versión de la misma sensación inexplicable de no admitir del todo su derecho a estar en la cima
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Tú conoces esas inquietantes sensaciones: el miedo a parecer tonta o presumida si expresas tu opinión; la percepción de que tu éxito es inesperado e inmerecido; la ansiedad que te da dejar tu zona de confort para intentar algo emocionante, difícil y tal vez arriesgado
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No es que no seamos capaces de triunfar; es que, al parecer, no creemos serlo, y esto nos impide intentarlo siquiera. Nos gusta tanto hacer todo bien que nos aterra hacer mal algo
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La revista The Economist calificó recientemente la potenciación económica de las mujeres como el cambio social más importante de nuestro tiempo
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En Estados Unidos, hoy más mujeres que hombres obtienen títulos de licenciatura y posgrado
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Nuestra competencia y aptitud para destacar nunca había sido más obvia. Quienes estudian con lentes de precisión los cambios en los valores de la sociedad ven al mundo seguir una dirección femenina
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Las mujeres que han alcanzado alturas admirables no siempre han eliminado la persistente sensación de que se les podría desenmascarar como simuladoras. Y en vez de disminuir con el éxito, esta sensación suele aumentar cuanto más subimos
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Cultiva una certeza extraordinaria, casi inimaginable, de que puede triunfar, pese a tener todo en contra, como una muralla
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parecían carecer de audacia, de una fe firme en su aptitud