Apenas reconocía la ciudad. Había edificios nuevos, unas calles me parecieron más amplias y el tráfico mayor y menos manejable a como lo recordaba. El cielo sin nubes me resultó monótono y el calor extenuante. Como por inercia me toque la cicatriz del brazo. Me corría del codo hasta la muñeca. Una cicatriz larga como un surco de donde nada se cosecharía o quizá ya se había cosechado.