igual que los espacios del comercio de librería, los elegidos y descritos por las ficciones adquieren una traducción visual. Producidos por las palabras, se convierten en mapas, itinerarios o atlas. En esa operación se sustrae una realidad, minoritaria, es cierto, pero muy real: la presencia de mapas en las ediciones de las obras en el momento mismo de su publicación.(2) Ya no se trata de mapas elaborados a posteriori, traducciones visibles de espacios que eran solo textuales, sino de mapas que acompañaron las lecturas de los primeros lectores.