Alguien como Antonia, que vive encerrada en la prisión de su propio cerebro, percibe con mucha más claridad que los demás seres humanos una verdad inapelable. Que los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo. Aun sin expresarlo en estos términos, cualquier fanático de la lectura lo comprende de forma intuitiva, y por eso nunca puede leer lo suficiente.
Antonia lo ha llevado al extremo, aprendiendo una decena de idiomas, y buscando en aquellos que no conoce las palabras imposibles de encontrar en los que sí.