Catalina y Martín se encontraban muchas veces y se hablaban; él la veía desde lo alto de la muralla, en el mirador de la casa, sentadita y muy formal, jugando o aprendiendo a hacer media. Ella siempre estaba oyendo hablar de las calaveradas de Martín.
Sneider Jaramillohas quotedlast month
Pero a Catalina no le parecía ningún crimen que Martín cogiera frutas de los árboles y se las comiese, ni que corriese por la muralla. A ella se le antojaban extravagancias, porque desde niña tenía un instinto de orden y tranquilidad y le parecía mal que Martín fuese tan loco.
Sneider Jaramillohas quotedlast month
Es Cataliñ, la de Ohando —decía Martín. — Si no eres tonto tú, te casarás con ella —replicaba Tellagorri. Y Martín se echaba a reír.
Carmen Jordana Roldánhas quotedlast year
dar al cuerpo sus necesidades mezquinas y groseras y conservar el espíritu limpio.
Esta filosofía la condensaba, diciendo: Hay que dar al cuerpo lo que es del cuerpo, y al alma lo que es del alma
Carmen Jordana Roldánhas quotedlast year
Había en él algo anormal, indudablemente. ¡Es tan lógico, tan natural en el hombre huir del dolor, de la enfermedad, de la tristeza! Y, sin embargo, para él, el sufrimiento, la pena, la suciedad debían de ser cosas atrayentes.