Una cuestión de alcohol

Algo esporádico que resulta angustioso son los repentinos cortes de respiración, me suceden cuando estoy borracho.

Oigo Despacito a muy bajo volumen, pero el suficiente para percibirlo.

con mucha pluma

William Faulkner cuando escribe en Las palmeras salvajes que entre la pena y la nada, elige la pena.

VOLUMEN
En su autobiografía, la alcohólica tejana Mary Karr dice que solo si está borracha se amortigua el volumen. Me identifico con esa frase, escrita por alguien tan inadaptado y en pugna con su propio carácter como yo. El ruido interior, la voz acelerada de mi cabeza, que no cesa, me resulta aún peor que el fragor que me ataca y aturde desde fuera. Mi palabra interior —por lo menos solo oigo una, que parece ser mía— es precisa pero ininterrumpida, de una intolerable lucidez y no me concede ni el respiro de los puntos y aparte; es un rabioso crepitar de la mente. Antes no era así, o por lo menos no lo percibía con un ritmo tan intenso. Supone la incesante sucesión de obsesiones, amarguras, temores, insanias tortuosas y pensamientos atroces

Algunas horas hieren más que otras —Vulnerant omnes, ultima necat—

Me gustaría que se retrasara lo inexorable: que la anciana volviera mañana con su silenciosa, melancólica y apacible presencia.

manzanilla y el fino, además de tener más grados que el vino blanco habitual, resultan adictivos, euforizantes con un cierto toque de enloquecimiento y, con su consumo masivo, llega un punto de no retorno en que te cuesta mucho parar la libación.

sustituir los destilados por los fermentados

dry martini, la bala de plata,