Propiedad privada

Estaba convirtiéndose en uno de esos hombres comunes y corrientes que solo tenía intimidad con su cónyuge, mientras que la amistad, únicamente con otros hombres, estaba reservada para hablar de cine o de fútbol. Con la salvedad de que a Weston no le interesaba el fútbol.

–No, Jillian y yo no nos escribimos –negó Weston, de plano. Podría haberse extendido, ya declarándose ofendido, ya con vehemencia, pero entre la gama de emociones que tenía que combatir cada vez que Frisk aparecía en sus discusiones, la que más predominaba era el agotamiento, y no modificó ni un ápice de lo que había dicho–. La cuestión aquí es que quiere recuperar la lámpara, así que supongo que deberíamos devolvérsela.

Pero también estoy inquieto porque te quiero, y aunque el amor que siento por ti es indecente, o un coqueteo disimulado, o interfiere con mi capacidad para entregarme por completo a otra mujer sin ocultar algo, sigue siendo amor, con todo su lado terrible y casi indestructible y estoy a punto de darme un mazazo en el corazón.

lo visto, he estado intentando no tener que elegir a costa de una buena mujer. Hago sufrir innecesariamente a mi supuesta prometida, por egoísmo. Llevo toda la vida oyendo decir que un hombre y una mujer nunca pueden ser amigos. He alimentado la vana idea de que tú y yo somos la excepción de la regla, no porque eso sea necesariamente cierto, sino porque ser supuestamente una excepción me conviene.

–Puedo confiar en más de una persona, ¿no?

–Puedes confiar en más de una persona si es un hombre. Ahora vas a decir que soy «insegura». Puede, pero es posible también que tenga derecho a serlo. Si vosotros dos hubierais tenido siempre una relación platónica sería una cosa, pero os enrollasteis, tú me lo contaste, y no solo una vez, sino dos. Le quitaste hierro, pero yo tuve la impresión de que las dos veces fueron..., bueno, de antología.

Al fin y al cabo, una timidez perdonable y cierta incomodidad social podían confundirse fácilmente con cualidades semejantes, pero más agresivas; por ejemplo, frialdad y hostilidad.

aspecto era bonita, aunque una desproporción en sus rasgos hacía que el rostro pareciera más interesante que bonito en el sentido clásico. En cualquier caso, su expresión podía calificarse de «alerta», o reflejaba cualquier otra cualidad elusiva que pudiera verse como inteligencia transmitida sin palabras, lo que hacía que el mero hecho de ser bonita pareciera no tener importancia.

y si bien aún seguía pareciéndole técnicamente atractivo, se trataba de una sensación puramente estética. Disfrutaba en su compañía –física, entiéndase– del mismo modo en que disfrutaba cuando iba a comer a un restaurante decorado con buen gusto.

Weston Babansky era el mejor amigo de Jillian Frisk y viceversa. Una relación degradada porque ya no podían decir que eran amigos para siempre, expresión que, como es sabido, se refiere a alguien a quien ya no se le hablará la semana siguiente.

embargo, fue una etapa que no apuntaba a alcanzar propósito alguno, y de eso precisamente se trataba. Jillian buscaba la falta de finalidad como una finalidad en sí misma. Había tardado unos años en entender que, si le había costado tanto decidirse por una carrera, era porque no quería tener una carrera.