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Álvaro Enrigue

Ahora me rindo y eso es todo

  • Luli Serrano Eguiluzhas quoted4 years ago
    Dijo: «Antes me movía como el viento, ahora me rindo y eso es todo.»
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Camila se había casado con Leopoldo Ezguerra cuando ya todos daban por sentado que se iba a quedar a vestir santos. Se habían casado en la parroquia de la Soledad de Janos –un nombre apenas adecuado para ese manchón de casas que era el pueblo en los años treinta del siglo XIX.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Había tenido una infancia más o menos triste, pero no solitaria, en el rancho de sus tíos, en el que su rol de prima huérfana y arrimada la había dejado un poco del lado de las goteras, separada con fineza de la familia y más cerca de la servidumbre. Dormía en la casa de los señores y comía en su mesa, pero jugaba con los niños jicarilla y concho de los peones y criadas, de ahí que supiera correr como un guepardo y tuviera un oído fino para las lenguas del chaparral. Siempre fue muscular e independiente, como si en realidad hubiera pasado toda su vida sabiendo que su hora clave se iba a jugar en una carrera desesperada por el llano.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Vista así, desde el siglo XXI y corriendo ligera de ropa por el llano como una endemoniada, Camila, viuda de Ezguerra, es una mujer atlética y dueña de su cuerpo, aunque para los hombres de su tiempo era solo enjuta.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Llegaron a Casas Grandes poco antes de que oscureciera, cargando los restos de tres berrendos jóvenes que se les cruzaron por la tarde. La idea era hacerlos barbacoa al día siguiente. Compramos mezcal y ofrecemos tacos, dijo el viejo mientras los ataban a los caballos,. Con eso ya enlistaste a diez tarados y yo me voy sin culpa a La Tinaja.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Como el recorrido era de poco más de veinticinco millas, se detuvieron al mediodía en un médano sombreado del río Santa María a cazar torcazas y cocinarlas. A los caballos no les gustaba avanzar bajo el sol de esa hora aunque estuviera comenzando el invierno e hiciera frío.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    ¿Pus que no hay presidio en Janos?, preguntó su padre mientras se ponía su chaqueta negra de dragón del ejército imperial. Aunque la prenda tenía faldón plisado, botonadura dorada y cordones en el peto, estaba ya tan descolorida que parecía nomás un abrigo de señorito venido a menos. Ha de estar vacío, como el de aquí, respondió su hijo. ¿Y los nacionales de allá? Zuloaga se alzó de hombros, considerando que el tema no daba para gastar saliva.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    El teniente coronel José María Zuloaga había leído en el despacho que le llegó de la ciudad de Chihuahua que el asalto había sucedido varios meses antes y entendía que la persecución era, en realidad, inútil: para cuando encontrara a los perpetradores del robo esas vacas ya iban a estar, literalmente, hechas mierda –cortadas, cocinadas, comidas y trituradas por los estómagos imposibles de satisfacer de los apaches–.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Salió, entonces, acompañado solamente por su padre, militar retirado, que se le unió más bien porque le daba tristeza verlo irse sin compañía rumbo a Casas Grandes. El viejo le dijo, para no herir su vanidad de huellero con un puesto más bien imaginario en el ejército de la flamante República Mexicana, que lo acompañaba por un par de días y así podía pasar a La Tinaja a ver a los parientes que se habían quedado ahí y que tenían el encanto de ya ser medio indios de tanto comerciar con los janeros.
  • Haroldo Piñahas quoted3 days ago
    Salió de Buenaventura al despunte del día siguiente, sin rurales: en el pueblo ya todas las esposas estaban hartas de sus expediciones, tan onerosas para las familias locales porque implicaban que los hombres dejaran sus ranchos por periodos que se podían prolongar durante semanas, además de que había que mandarlos con insumos, siempre escasos en la región.
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