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Leslie Jamison

La huella de los días

  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    «Tenía dos ansias y ambas luchaban entre sí –escribió Rhys en su diario–. Quería sentirme amada y quería estar siempre sola.»1
  • Victoria Victoriahas quoted4 years ago
    Mi yo borracho era como una prima ridícula de la que me sentía responsable, una huésped en el bosque de cuyas acciones era indudablemente culpable, aunque no recordara haberla invitado
  • Roxana Lezamahas quoted4 years ago
    esa chica que quería expresar la inmensidad de lo que sentía y para hacerlo usaba lo que tenía más a mano
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    A la mañana siguiente, mientras hurgaba entre los escombros calcinados del incendio, la niña coge una media: «¡Suelta eso!», ordena su madre. Ese momento de reproche se señala como la semilla de un deseo que perseguirá a la niña durante años:
    Pero desde esa noche, ese día, esa regañina
    he sufrido una sed anómala
    –juro que es verdad– y al llegar a la edad
    de veinte o veintiún años había empezado
    a beber y beber; nada aplaca esta sed [...]
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    En la novela que estaba escribiendo no había ninguna explicación cabal para el hecho de que todos los personajes estuvieran tan deprimidos. En los primeros borradores no había traumas explícitos en la narración que justificaran sus impulsos autodestructivos. Era el misterio de estos impulsos lo que yo quería explorar, la posibilidad de hacerte daño a ti mismo para averiguar por qué querías hacerte daño a ti mismo, tal como exhalar a baja temperatura hace que tu aliento se vuelva visible. «En buena parte de lo que escribes –me dijo un novio–, hay muchas perchas de las que colgar el dolor, pero ninguna explicación sobre el origen de ese abrigo envenenado.» Cuánta razón tenía. Puede parecer hipócrita unir cierta clase de sufrimiento a los silogismos de la causa, fingir que puedes identificar la tela de ese abrigo envenenado.
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    Tal vez la única verdad indiscutible sea el reconocimiento de que toda explicación es parcial y provisional, una forma con la que aspiramos a llenar el espacio vacío del «¿por qué?».
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    Estando allí, no dejaba de preguntarme si sería capaz de seguir adelante con lo que estaba a punto de hacer. No es que no le hubiese puesto los cuernos a Peter de no haber estado borracha, sino más bien que me había emborrachado para poder ponerle los cuernos. Bebí hasta alcanzar el estado de gravedad cero, lo que Hemingway llamaba «la valentía del ron» y Lowry «la temeridad del tequila». En un momento dado, el chuflay dio paso al singani a palo seco, lo que simplemente quería decir que nos habíamos quedado sin refresco.
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    Había perdido la cuenta de las horas de mi vida que había dedicado a comentar la tesis doctoral de Peter sobre Henry James, escritor cuyo principal interés era, al parecer, lo que sus personajes pensaban acerca de los sentimientos, pero lo cierto era que nunca parecían sentir nada.
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    La adicción no me sorprende. Me resulta más sorprendente que algunas personas no sean adictas a nada. Desde mi primera borrachera, me preguntaba por qué no se emborrachaban a diario todos los habitantes del planeta. Los adictos suelen describir cada «colocón» como un intento de reproducir el primero que experimentaron –el más puro, el más revelador–, de recuperar, en palabras del psiquiatra Adam Kaplin, la primera vez que «pasaron por el torniquete». El doctor Kaplin me dijo que uno de sus pacientes alcohólicos, un artista, recordaba su primera copa de vodka como una sensación cálida que inundó todo su cuerpo, de pies a cabeza, como la inconfundible sensación de volver a casa.
  • Rafael Ramoshas quotedlast month
    La pensadora Eve Kosofsky Sedgwick sostiene que la adicción tiene menos que ver con la sustancia en sí que con «el añadido de las propiedades místicas» que el adicto proyecta sobre esta. Atribuir a la sustancia la capacidad de brindar «consuelo, tranquilidad, belleza o energía –afirma– solo puede ejercer un efecto corrosivo en un yo que se construye así como carencia». Cuanto más necesitas algo, ya sea un hombre o una botella de vino, más te convences a ti misma –de un modo indirecto, implícito– de que no estás completa sin ese algo.
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