La Nueva Justine, que aparece por primera vez en español en su edición completa, fue la excusa oficial para encerrar al marqués de Sade en el hospital para locos de Charenton. El borrador de apenas ciento cincuenta páginas que era Las desgracias de la virtud fue creciendo durante las distintas prisiones y el período de libertad que gozó su autor tras la Revolución, hasta dar lugar a un texto definitivo que Sade convierte en catálogo de todas las maldades que puede sufrir la virtud. Esta nueva y definitiva Justine recoge todos los episodios posibles con que los amantes del placer atormentan a la joven huérfana, aumentando los que describían las ediciones anteriores tanto en número como en posibilidades de la búsqueda de placer. De mano en mano, de castillo en castillo, o de convento en convento, Justine, que predica siempre la virtud, se convierte en objeto de placer de los poderosos; son las tres clases sociales más fuertes del Antiguo Régimen: la nobleza, la burguesía de las finanzas y el clero, las que Sade saca a plaza como protagonistas de una realidad que, pese a las lentes de aumento con que el autor la contempla, no dejaba de producirse, bien oculta tras los muros de algunas fortalezas y casas de recogimiento, y bien protegida por los privilegios que aseguraban a la nobleza y a la clerecía la impunidad. Víctima del Mal, Justine sufre en carne propia las consecuencias de los instintos más ocultos del ser humano, a los que un siglo más tarde Freud bautizaría precisamente con el nombre del divino Marqués: sadismo y sadomasoquismo, componentes enfermizos de una parte de la sensibilidad humana.