De nuevo la escisión. «Ella» y «su cuerpo». La vejez y la enfermedad te llevaban a escindir, a evadir; su cerebro insistía: «No soy yo, no soy yo». Sin embargo eras vos. Quizás a los místicos les era posible separar intelecto y cuerpo, ella había envidiado siempre esta posibilidad, sin esperar poder emularlos. La evasión era un juego al que jamás había jugado. Sin embargo había buscado la libertad, sin demora, para el cuerpo y el alma.