—Y esta es Annabeth —dijo Jason—. Normalmente no va por ahí haciendo llaves de yudo.
A Reyna le brillaban los ojos.
—¿Seguro que no eres romana, Annabeth? ¿O amazona?
Annabeth no sabía si eso era un cumplido, pero le tendió la mano.
—Solo ataco de esa forma a mi novio —prometió—. Encantada de conocerte.
Reyna le estrechó con firmeza la mano.
—Parece que tenemos mucho de que hablar. ¡Centuriones!
Unos cuantos campistas romanos avanzaron a toda prisa: aparentemente, los oficiales de mayor rango. Dos chicos aparecieron al lado de Percy, eran los mismos que Annabeth había visto antes andando amigablemente con él. El joven asiático robusto