Durante algún tiempo me había preparado para hablar con ella. Las palabras pueden formar parte de una estrategia de prevención, siempre que se profundice en lo que se dice, y se permita un diálogo con el niño o la niña. No se puede simplemente enseñarle a decir que no a un agresor, que su cuerpo es suyo y que nadie tiene derecho a tocarlo. Eso es lo que suelen hacer los programas de prevención de abusos sexuales, pero es como enseñar el consentimiento a alguien que no puede permitirse consentir o no consentir. Un niño, una niña, no puede decir que no a su hermano mayor o a su profesor, que le pondrá en una situación en la que el «no» es impensable. Tampoco podemos esperar que un niño hable por sí mismo si le ocurre algo sin que nosotros hayamos incitado, preparado y acogido ese relato. Se necesitan ideas para concebir cosas, se necesitan palabras para decirlas, se necesita un contexto de acogida.