La distinción entre «trabajadores» libremente explotados y «los otros» dependientes expropiados ha adquirido diferentes formas a lo largo de la historia del capitalismo —esclavitud, colonialismo, apartheid y división internacional del trabajo— y se ha desdibujado a ratos. Pero en cada fase, incluido el momento presente, la expropiación de pueblos racializados ha permitido al capital aumentar sus beneficios confiscando recursos naturales y capacidades humanas cuya reposición o reproducción no paga. El capitalismo, por razones sistémicas, siempre ha creado clases de seres humanos racializados en las que se devalúa y se somete a expropiación a las personas y su trabajo.