La venganza de las punks

Cuando las mujeres dan un concierto profesional de rock duro sin caer en los estereotipos femeninos, son automáticamente una amenaza

La gente a menudo me pregunta: “¿Eres activista o música?” ¿Por qué no las dos cosas?

Repasando más de cuatro décadas de punk creado por mujeres, una cosa me queda clara. Sin las ataduras del pasado, desde los setenta hasta principios del siglo XXI, un número considerable de chicas punk se sintieron atraídas por la misma pregunta, primitiva y existencial: ¿Quién soy?

Mis» periodistas, todos ellos hombres y blancos, insistían: «¡Las mujeres no compran música!», «¡Las mujeres no hacen música!», «¡Las mujeres no leen la prensa musical!». El subtexto era: «Aunque lo hicieran, son tan irrelevantes que ¿por qué molestarse y escribir sobre ellas?».

en nuestros primeros conciertos con esa clase de chicos, los que no podían entender que las mujeres estuviesen en una banda. Eran muy despectivos y cuando les mostrabas que no ibas a cantar bonito, que estabas enfadada y lo manifestabas con vehemencia, tampoco les gustaba. Se sentían amenazados.
Pero trabajamos con unos hombres fantásticos y tuve unos novios y amantes maravillosos.

Con suerte, la diversidad de estas mujeres del punk demuestra que el punk es patrimonio de todos.

Como punks, como mujeres, cabrearse es inevitable, incluso necesario, para hacer frente a las agresiones.

provocadoras cantantes de blues de los años veinte alardearon de singularidad, pero fuera de, digamos, los sellos de las lesbianas feministas de la Costa Oeste en los años setenta, pocas mujeres pudieron controlar sus medios de producción tanto como las primeras mujeres del punk independiente, y eso les garantizó una obra sin adulterar.

una cantante a Joni Mitchell —alta, delgada y aria—, mejor

La palabra «dolerse» puede asociarse a otras palabras para emociones: ira, odio, amor. Reemplazar una palabra para una emoción con otra palabra produce una narrativa. Nuestro amor puede crear la condición para nuestro dolor, nuestra pérdida podría convertirse en la condición para nuestro odio, y así sucesivamente.