El color de las cosas invisibles

La única excusa válida
para no vivir es estar muerta.

Había decidido probar la teoría de mi madre de que algo no existe si no se pronuncia en voz alta.

Leí despacio, inventándome voces en los diálogos, y saqué a mi madre de esa habitación, de ese edificio, de la ciudad y del país. La llevé entre páginas y letras a otras vidas y a otros mundos donde no había enfermedad y en los que el futuro no daba miedo.

«Hoy estamos aquí, Rain. Tú y yo. Y ese casi que nunca llegamos a ser.»

Nadie merece rozar un sueño para que se lo arrebaten después.

Esas son las personas que marcan. Las que, cuando te convences de que es imposible que te impresionen de nuevo, te desestabilizan con una corona de flores en la cabeza para acudir a un entierro.

«Las casualidades no existen», pensó Vincent, «solo lo hacen las causalidades que nos empujan a tomar decisiones».

«Las casualidades no existen», pensó Vincent, «solo lo hacen las causalidades que nos empujan a tomar decisiones»

Al final, las almas gemelas se encuentran porque tienen el mismo escondite

Y los dos lo hacemos en los recuerdos. Porque eso somos. Pese a todo. Un puñado de recuerdos que nunca archivamos, a la espera de que algo, cualquier mínima oportunidad de cruzarnos de nuevo, los haga regresar hasta el presente.

«Hoy estamos aquí, Rain. Tú y yo. Y ese casi que nunca llegamos a ser».