huerto, por sí solo, traducía una política voluntariosa y, a pesar de su trazado autoritario, un espíritu de libertad. Instalado para producir, mejorar y experimentar, se destinaba al reparto y a la mejora de las condiciones de vida: mezcla de dominio, fisiocracia y humanismo generoso que hizo que los enciclopedistas dijeran que los duques “utilizaban su fortuna con inteligencia”.