El enamoramiento concebido así no ofrece certezas, solo posibilidades y, en muchas ocasiones, miedos. A la par, ofrece un estallido de deseo, no solo sexual sino también de cercanía, de conocimiento y, en nuestra cultura, de posesión. Dentro del discurso machista y heterosexual, esta posesión es del hombre a la mujer, pero, en menor medida, también lo es de la mujer al hombre. Soy tuyo y tú eres mía.