Lo que sabe la señorita Kim

Lo único que puedo hacer es mirar por la ventana y plantearme preguntas sobre el tiempo que me queda y sobre si algún día no me arrepentiré de haber dejado que transcurrieran tantas horas sin hacer nada.

Pienso que una no llora porque esté triste, sino que se siente triste cuando llora. Las ramas secas al otro lado de la ventana de la cocina tiemblan de forma sutil mecidas por el viento.

¿Por qué te ríes? ¿Eso te hace gracia? Una risa pequeña y silenciosa, como el tímido sonido de una galleta al romperse, se metió en mi oído como un montón de hormigas atraídas por un olor dulce. Sacudían mis tímpanos. Penetraban hasta mi cerebro por los huesos de la oreja, la cóclea y los nervios. Y después de caminar por el interior de mi cabeza, me salían por los ojos, las fosas nasales, hasta caer una a una por la laringe. Perforaban mis vías respiratorias, incluso mis pulmones, para esparcirse por todo mi cuerpo y devorar mi corazón. Entonces sentí un dolor tan fuerte en el pecho que me acosté boca abajo sobre el escritorio, después de casi arrancarme la camiseta.

también era una persona con derecho tanto a hablar como a escribir sobre lo que sentía y pensaba. ¿Quién fijaba los requisitos para tener ese derecho y con qué criterios?

En aquel momento pensé que no podría sobrevivir a tanta tristeza, pero la vida continúa, y sigo viviendo. Solo siento un enorme vacío por tener que disfrutar sola de lo bueno de este mundo, comer lo que ellos jamás pudieron probar o visitar lugares a los que nunca tuvieron la oportunidad de viajar. No pasa lo mismo con mi segunda hermana. Su muerte aún me pesa y me parte el corazón.

Creí que aceptaría su muerte sin gran conmoción. Compartimos bastante tiempo y conversamos mucho, mientras seguía siendo la persona alegre e inteligente de siempre. Pero por eso me arrepiento de no haber insistido. Si hubiera recibido más tratamiento, si se hubiera dejado engañar por todos aquellos remedios caseros que decían que ayudaban a superar el cáncer y si alguno de ellos hubiera funcionado milagrosamente, tal vez se hubiera curado. Quizá aún estaríamos juntas riéndonos, burlándonos de nuestra vejez.

A estas alturas me parece que la vida era mejor cuando podía arriesgarme, intentar lo que fuera para sobrevivir. Por aquel entonces vivía como un caballo de carrera con anteojeras.

niña odiaba mi nombre, hasta el punto de llorar de rabia a cada rato. No era un nombre inusual entre las niñas de mi generación, pero sonaba mal si se comparaba con los de mis hermanas. Por eso rogué a mi madre que me llamara de otra manera, aunque fuera en casa, ya que en la escuela no era posible porque así me inscribieron en el Registro Civil. Como respuesta, me regañaron hasta la saciedad. Mi madre me recriminó que era un disparate querer cambiar el precioso nombre que llevaba desde mi nacimiento. Al igual que el significado de mi nombre, terminé siendo la última mujercita de entre mis hermanos y, después de mí, mis padres tuvieron dos hijos varones. Así, mi nombre resultó ser un amuleto para mis padres al darles los descendientes masculinos que tanto habían estado esperando y, en particular, al hacer realidad el sueño de mi madre de ser la esposa perfecta capaz

Concluí: existen diversas formas de vida, más allá de la voluntad del dueño de esa vida.

Como se ha pasado toda la vida esforzándose por mantener los ojos bien abiertos para que nadie la engañe y apretando los dientes para tragarse las humillaciones o las injusticias cotidianas, mi hermana tiene unas arrugas tan profundas alrededor de los labios y en el ceño que parecen cicatrices de cortes de cuchillo.